jueves, 23 de octubre de 2008

Del que a pie resuelve su camino o; decíamos ayer

Doña Adela me decía:
- No se castigue mas sr. ¡Que mala vida lleva usted!. Tooodas las noches se las pasa metido en este antro sin luz y repleto de papeles polvorientos que más parece pocilga de chanchos que su dormitorio, que lo usa para todo menos para dormir.
Y me dejaba su cariño de interina, mirándome con ternura y con cierta desesperación.
Ana, la hija del gobernador, me decía, mientras Rafael construía carreteras blancas sobre el cristal de mi mesilla de noche y ella acariciaba mi desnudez con la suya apoyada en mi cuerpo:
- No castigues más tu cuerpo. Te lo ruego. No lo rompas, guárdalo un poquito.
Y me besaba parándose en todos los caminos del amor y sacaba de mí cuanto tenía, alterando el tiempo de los relojes cotidianos.

Al atardecer llegaba la cocaína y el wiskye se transmutaba en agua. Todo relucía alrededor como una fiesta adornada con faroles de luz de día y brillaba el sol en el mismo centro de la noche. Los proyectos se quedaban en proyectos cuando los colores, las luces y los soles se disolvían y una oscuridad peremne se adueñaba de las bellezas anteriores y obligaba a un sueño intermitente deseándo no despertar a la pesadilla eterna de cada anochecer diario.
En las mañanas era la corbata, la americana, el coche, la cartera de clientes y los posibles clientes bajo el brazo. Zaragoza brillaba con sol de invierno y siete bajo cero en los termómetros, el día ofrecía el trabajo, la rutina y el dinero. Apenas 27 años de vida (uno y medio muerto en el ejército) y muchos otros olvidados en clandestinidades y revoluciones que nos dieron mas desencantos que frutos en los conbates estériles contra el general que se fué porque él lo quiso... nunca le apartamos.


seguiré con ésto

1 comentario:

A. de Prado dijo...

Esta muy bien que hayas retomado el blog y se vea una cosa nueva.